Él

Estábamos sentadas en la orilla de la calle, las nubes no dejaban ver la luna, había un viento frío y ambas teníamos suéter.
Creo que estoy enamorada de él... -me dijo, bajó la cabeza y cubrió su rostro con sus manos.
Me estremecí, y aspiré mi cigarrillo para disimular mi sorpresa.
¿Está mal? No sé, no imaginé que esto pasaría. -Volteó hacia mí- siento que le quiero, -hizo una pequeña pausa- a mi lado...
No quería decirle nada, tampoco sabía qué. Así que sólo fumé por un largo rato mientras la escuchaba hablar sobre él.
Comentó sobre su forma de caminar, ni tan rápida ni tan lenta, y la forma en que sus brazos se balancean cuando lo hace.
Lo suave que se ven sus manos mientras las une lentamente.
Lo quieto que está cuando se sienta, su mirada inexplicable y perdida entre las personas.
Su escasa forma de sonreír y el brillo de sus ojos cuando se voltea al ser llamado.
Sus expresiones cuando está malhumorado, e incluso cuando está triste.
La forma en que respira hondo, su pecho se levanta y agacha la cabeza.
La expresión de su cara cuando te escucha, y el fugaz sonido de su risa.
Sus mejillas sonrojadas.
Sus palabras profundas.
Sus ganas de comerse el mundo y su inagotable empeño de ayudar a los demás.
Sus largos silencios, en los que te puedes recostar y descansar las heridas.
Sus sueños incoherentes.
Sus ganas de echar para adelante, aunque le cueste.
Su valentía para ir contra corriente.
Su lado sentimental.
Su desorden mental.
Y hasta las cosas que aún no conoce, siente que la atraparon.
Me confesó que lo encuentra en todas las canciones, imágenes, escritos, películas... Que le aterra la idea de que lo sepa o se de cuenta, pero le encantaría acurrucarse en sus brazos siempre que quiera, sacarle sonrisas, morderle la nariz y rozarle los labios.
Y así pasaron las horas, mientras yo estaba a su lado, infectando mis pulmones y los de ella.
¿Piensas que ya perdí la cabeza por éste chico? -me preguntó, y no respondí- ¿Estoy enamorada o... Jodida?
Yo no me desprendía de mi cigarrillo, le di un golpecito y las cenizas se esparcieron. Finalmente hablé:
Estás enamorada -dije, e hice una pausa- Y también estás jodida.

No sabía qué más decirle. Pero lo que sí sabía y no le dije, es que yo también estoy jodida y enamorada... De él.

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