Tu pólvora

Yace en la estela la pólvora de besos que has dejado tras tu huida
Y yo estoy aquí, contando con la punta de mis dedos cada grano de arena que cavé tratando de enterrar los escombros del gran desastre (sobre)natural que causaste.
Porque sí, siempre me prometo que no dejaré entrar a nadie más, porque suelo salir más afectada de lo que realmente me gustaría.
Luego, llega alguien que me deslumbra, que me abre la puerta y cuando doy un par de pasos siento la calidez de hogar, o algo parecido
Entonces, olvido todo lo anteriormente prometido y me repito a mí misma: Ésta vez será diferente.
Aunque en el sótano de mi cabeza, siempre está esa pequeña voz gritando: Saldrás mal de allí.
Y en el fondo, sé que es así, pero ni niña interior me pida que crea, que confíe con los ojos cerrados.
Pero sé que saldrá de todo esto.
Y sí, siempre tengo razón, aunque no la quiera
Pero no porque en realidad la tenga...
Es sólo que es claramente obvio que las personas siempre harán daño.
Queriendo o no.
Lo lamenten o no.
No puedo evitarlo.
Sólo puedo controlar con qué me hacen daño, porque al abrirme muestro mis debilidades, y finalmente las usan.
Intencionalmente o no.
Lo hacen.
Y grito,
pero no escucha
Y el sonido de los pasos me quiebra,
y gimo
pero no escucha,
y es entonces, cuando tu pólvora termina en mi pecho.

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